Encuestas electorales: visitas y robots


Dulce María Sauri Riancho
¿Vale la pena quebrarse la cabeza para tratar de comprender el alcance de las encuestas electorales? Mi respuesta es un categórico Sí. No importa que seamos alérgicos a las matemáticas y a los números, ya que los pronósticos de resultados electorales tienden a considerarse como verdad revelada por el dios de la Estadística. No importa que estos oráculos modernos se hayan equivocado estrepitosamente en Estados Unidos, Reino Unido o Colombia. Usemos el razonamiento y la información para hurgar en las entrañas de las cifras que dan como ganador inevitable a López Obrador.
Imagen: www.questionpro.com
Las encuestas son como una especie de análisis de sangre. Para conocer cuántos glóbulos rojos y leucocitos tenemos en nuestro torrente sanguíneo, se toma una pequeña muestra en una arteria, se estudia en el microscopio y se dan los resultados para llevar a la consulta. En el caso de las tendencias electorales, se toma una parte de los más de 86 millones de electores del país o del millón y medio de posibles votantes yucatecos. Sólo que, a diferencia de la prueba de sangre, los procedimientos para obtener la muestra distan mucho de ser precisos y sus resultados, por lo tanto, imagen cierta de la realidad. Veamos.

La ley electoral obliga a todas las empresas que realizan estudios de opinión a entregar la síntesis de su metodología, resultados y de las bases de datos, de tal manera que las personas interesadas puedan conocer sus alcances. Basta con entrar al sitio del INE https://www.ine.mx/voto-y-elecciones/encuestas-electorales/elecciones-federales-ordinarias-2017-2018-estudios-entregados/ para conocer que 40 casas encuestadoras se han registrado para este proceso electoral. Decidí seleccionar la información de dos de ellas: Massive Caller, muy conocida en estas últimas fechas, y Consorcio Interamericano de Comunicación, razón social de los periódicos Reforma y El Norte.

La muestra. ¿Cómo se seleccionan los entrevistados? Los responsables de Reforma proporcionan la fórmula para realizar la selección de 1,200 personas, distribuidas en 100 secciones electorales de todo el país. Massive Caller hace 2,000 llamadas a teléfonos fijos y celulares.

El cuestionario. Como la hoja de resultados del análisis, ¿Están bien formuladas las preguntas? ¿Son entendibles? ¿Permiten conocer y caracterizar el perfil del entrevistado?

El o la entrevistadora. ¿De verdad acude a la casa seleccionada o se sienta debajo del flamboyán a rellenar la entrevista?

Massive Caller no tiene ese problema, pues trabaja con robots que efectúan las llamadas.

“¡Qué quisquillosa!”, pensará más de un lector. Desde hace muchos años me interesa la posibilidad de medir el comportamiento humano y una de las formas más conocidas son las encuestas de opinión. Además, conozco el efecto de la “profecía que se cumple a sí misma”, que en el caso de las elecciones, se trata fundamentalmente de sembrar la idea en la sociedad del triunfo irremediable de determinado partido o candidato. Así, se induce a los indecisos a definirse y se fija en la imaginación colectiva la idea de que si no gana en las urnas esa persona es como consecuencia del “fraude electoral”.

No me pondré con Sansón a las patadas estadísticas. Simplemente me fui a la información sobre la tasa de rechazo a responder a las preguntas de la encuesta, para poder medir sus alcances como instrumento de predicción. Reforma reporta que antes de alcanzar las 1,200 entrevistas en domicilio recibió 1,550 rechazos, que en lenguaje llano significa que les dieron con la puerta en las narices. No se puede deducir que quienes rechazan una encuesta son posibles abstencionistas; tampoco se puede predecir el sentido de su voto.

No le va mejor al robot de Massive Caller. La empresa le reportó al INE que para recolectar 2,000 llamadas tiene que realizar diez veces más, 20,000. Quiere decir que sólo uno de cada 10 contestó las preguntas al robot. Me ha tocado responder cinco llamadas al número fijo de mi casa inquiriendo sobre preferencias electorales. En ninguna de ellas me preguntaron mi sexo, ni edad, si tengo credencial o si pienso acudir a votar. Sabemos que las otrora disputadas líneas fijas son casi una obsolescencia reservada a oficinas y comercios o a familias con adultos mayores. Las nuevas generaciones usan celulares. Ignoro cómo le hará el robot de Massive Caller para marcarle a la muestra de más de 70 millones de teléfonos móviles, la mayoría de ellos de prepago.

Falta algo importante. ¿Quién paga las encuestas? El INE exige precisarlo. Reforma financia su propio estudio, de interés periodístico indudable. Cada encuesta le cuesta más de 400 mil pesos, sin considerar otros gastos, que forman parte de su funcionamiento permanente. El robot de Massive Caller es más barato: sólo 15 mil pesos, a 75 centavos por llamada. Además, venden suscripciones a través de las cuales los recuperan. Esta empresa es también contratista de la Cámara de Diputados y su propietario y representante trabaja para Acción Nacional. Eso, “per se”, no es negativo, sólo que no lo había informado a la opinión pública ni al INE, al menos hasta el lunes pasado.

Ante el rechazo a contestar encuestas; ante la posibilidad de mentir o de cambiar de opinión, ¿cuánto debemos confiar en esos pronósticos machacones de la derrota de uno y del triunfo “irremisible” de otro? Diría que poco, muy poco. Existe un “voto de closet” que no se expresa ni se exhibe en la campaña electoral. El voto se dará en el secreto de la mampara de la casilla, que será consecuencia de la reflexión y la responsabilidad de cada un@ hacia el futuro de nuestra familia y de México.— Mérida, Yucatán.

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