Candidaturas independientes. Ni ángeles ni demonios

Dulce María Sauri Riancho
Este año no habrá elecciones en Yucatán. Esa categórica afirmación oculta dos hechos importantes. El primero, que ciertamente se han realizado procesos electorales, por ejemplo, en la Coparmex y en la Cámara de Comercio, con una tersura que envidiaría el mismo PRI en sus momentos de esplendor. La otra cuestión es que si bien no tendremos ni campañas ni votaciones en el territorio yucateco, habrá elecciones en 12 estados del país para renovar gubernaturas. Casi ha concluido la fase de postulación de candidatos por los partidos políticos y en algunos estados, candidatos independientes, para aquellos que hayan logrado su registro después de haber sorteado múltiples obstáculos, entre los cuales la recolección de firmas de apoyo es sólo el primero. Muchas cuestiones se definirán en este “súper-2016” rumbo al emblemático 2018. Una de las más relevantes será la viabilidad de una candidatura independiente hacia la presidencia de la república.

Antes de conocer el saldo final de candidatos y candidatas registrados, vale la pena realizar un ejercicio de reflexión sobre los mecanismos empleados para su postulación. Porque de los compromisos contraídos para abanderar a un partido o coalición política, o para reunir firmas y voluntades y registrarse como independiente, vendrán las cadenas o la libertad en el ejercicio de su encargo. En otro momento abordaré los procedimientos empleados por los partidos para postular candidatos en este 2016, incluyendo alianzas y coaliciones que pueden unir a los hasta ayer enemigos irreconciliables. Ahora me concentraré en comentar el fenómeno de los independientes.

¿Por qué se llaman así? Lo son, en primer término, porque no los registra un partido político. No son independientes de la ley ni esta categoría los hace invulnerables a los compromisos y componendas que pueden presentarse en las candidaturas partidistas. Veamos por qué.

Su origen. La inmensa mayoría de quienes se han postulado al margen de un partido político, lo hacen porque siendo sus militantes no lograron ser considerados en sus procesos internos para obtener una candidatura. Tienen, por tanto, un pasado partidista. Eso de ninguna manera los descalifica ni hace menos legítima su pretensión de triunfo, pero si llegan a ganar ejercerán el cargo desde la perspectiva de la organización política en la que fueron formados, aun cuando en el exterior la rechacen e, incluso, la persigan. En contrapartida, un ciudadano químicamente puro no se interesa en la política. Hay quienes no tienen pasado partidista y participan como candidatos independientes, pero han sido representantes de su organización gremial, como el caso de José Luis “Chacho” Barraza, ex presidente de la Coparmex y del Consejo Coordinador Empresarial, que aspira a ser gobernador de Chihuahua.

Su gobierno. Si a pesar de todos los escollos del proceso electoral un independiente triunfa, comenzará a vivir problemas de otro tipo. Si gana una diputación, no formará parte de un grupo parlamentario; estará solo —y a veces aislado— para ejercer sus funciones de representación o tendrá que incorporarse a algún partido que lo acoja sin imponerle mayores condicionamientos. Si el independiente logra ser gobernador, como el de Nuevo León, se enfrentará a un Congreso integrado por representantes de diversos partidos. No sería la primera vez que el titular del poder Ejecutivo, del estado o del país, gobernara con un poder legislativo dominado por sus opositores. Pero tanto Fox como Calderón, y ahora Peña Nieto tuvieron y tienen un grupo de diputados y senadores que los apoya en sus iniciativas y tareas de gobierno. En contrapartida, el independiente está obligado a realizar permanentes negociaciones, muchas veces desgastantes, para conseguir sus objetivos.

Su visión. Las candidaturas independientes triunfadoras corresponden, por lo general, a personas con rasgos mesiánicos. Son quienes logran transmitir a sus seguidores confianza absoluta en un futuro mejor, que los problemas sociales y económicos que los afligen serán resueltos si ell@s llegan al poder. En América Latina tenemos ejemplos de estos líderes que combinaron democracia y mesianismo para llegar a la presidencia de la república, y luego permanecer en ella indefinidamente. Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa son algunos ejemplos actuales de quienes en el inicio lucharon contra el entramado de intereses de los partidos políticos en sus países. Vencieron y recibieron el apoyo de una mayoría por muchos años. Pero no supieron desprenderse a tiempo del poder y lo que esto representa. La muerte, en el caso de Venezuela, y los referéndums en que venció el no a extender su mandato, en Bolivia y Ecuador, hablan de una tentación presente que tendremos que acotar.

Las candidaturas independientes representan hoy una posibilidad de llegar a las urnas sin las cargas de desprestigio y componendas de los partidos políticos. Eso no implica que no puedan los independientes adquirir como propios los mismos intereses de quienes apoyan a los partidos políticos. En la estrategia de éstos, mientras más independientes participen en una elección polarizada, entre más votos puedan quitarle a su adversario partidista, mayor oportunidad de triunfo tendrán. Son lo que Jorge Castañeda llama topos, submarinos o paleros, que participan no para ganar, sino para dividir, gracias a la existencia de un “partido padrino” que los apoya y ayuda a recolectar las firmas necesarias y a realizar una campaña onerosa.

El balance de 2016 perfilará la posibilidad de una candidatura independiente a la presidencia de la república, en 2018, con posibilidad real de ganarla.

Seguro que los partidos no se van a sentar a esperar qué sucede sin intentar por todos los medios de socavarlas y, sobre todo, de deslegitimarlas, si hubiera malos resultados de gobierno de quienes llegaron por esa vía. Ni ángeles ni demonios. Sólo otra vía para hacer avanzar la democracia por un camino lleno de obstáculos.— Mérida, Yucatán.

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