Salvar al "Patria". Recuperar su espíritu

Dulce María Sauri Riancho
“A partir de este momento, decreto que la Arquidiócesis de Yucatán se separa total y absolutamente del Instituto Patria, finalizando su compromiso original de acompañamiento, enseñanza, asesoría y asistencia espiritual, quedando prohibido para cualquier sacerdote diocesano o religioso efectuar cualquier acto de culto en dicha institución o a favor de ella”. Estas contundentes frases pertenecen a un comunicado del arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez, leídas por el sacerdote oficiante al concluir la misa a la que asistí el domingo pasado. Sorprendida por el contenido del documento, pasé con rapidez a los recuerdos y de ahí a la preocupación por el destino de un proyecto que vi nacer hace más de 20 años. Era gobernadora de Yucatán cuando un grupo de padres de familia con el apoyo del párroco de María Inmaculada, acudió a mí para plantear su deseo de adquirir un terreno de la reserva territorial de Mérida para construir una escuela de inspiración cristiana. Descontentos con los cambios en la política educativa del plantel privado al que asistían sus hijos, deseaban desarrollar un proyecto alternativo, que brindara opciones educativas en un ambiente de libertad y de alta calidad académica.



En 1991 la porción norte del periférico de Mérida estaba deshabitada. En la década anterior el gobierno estatal había conformado una reserva urbana para ordenar la ocupación del suelo y brindar opciones a quienes desearan desarrollar proyectos de carácter social, como la construcción de vivienda popular, centros educativos y sociales, entre otros. De esta manera, el organismo público responsable de la correcta utilización de las extensas superficies disponibles vendió terrenos a un empresario para desarrollar el fraccionamiento “Francisco de Montejo”; a los socios del Frente Único de Trabajadores del Volante, su local social y centro deportivo; a la Asociación Dental Yucateca, para sus instalaciones, entre otros. Especial atención recibieron las solicitudes de las asociaciones civiles que se disponían a construir instalaciones escolares. En esos años, el CUM adquirió los terrenos para desarrollar la futura Universidad Marista; el Piaget, para edificar un nuevo edificio, cuando en Chuburná ya no tenía espacio para expandirse. Recuerdo en forma muy especial a la asociación civil del Instituto “Patria”, que se disponía a emprender un proyecto educativo desde el principio, es decir, construyendo el edificio para albergar la nueva escuela. Hoy, el “Patria” es una institución educativa que atiende a más de mil estudiantes, desde kínder hasta nivel universitario. ¿Qué pasó en ese camino de 20 años? ¿Cúando el espíritu del “Patria” se extravió?

El periférico se transformó en una moderna autopista de seis carriles que funciona prácticamente como avenida de la ciudad. El crecimiento de Mérida se expandió en forma notable hacia el norte. Los terrenos del “Patria” quedaron vecinos de City Center, de San Ángelo y otros caros desarrollos inmobiliarios en los que el precio por metro cuadrado de terreno alcanza cantidades exorbitantes. Desde hace algunos años comenzaron a circular rumores de que el “Patria” arrastraba problemas administrativos; que los salarios de los maestros llegaban con retraso o simplemente no llegaban; que se concertaron créditos bancarios para financiar déficits operativos inexplicables en una institución que mes a mes, recibe las colegiaturas de sus alumnos. Se supo que la entusiasta asociación civil de los inicios se había fracturado, que la mayoría de las parejas promotoras la habían abandonado. El desgaste social del proyecto educativo trascendió cuando se conoció que un inminente embargo de las instalaciones fue detenido por la intercesión personal del arzobispo Emilio Carlos. La avanzada edad y el estado de salud del sacerdote promotor del proyecto original conspiraron para complicar una situación que puede derivar en la ejecución de las garantías de préstamos concertados en los últimos años. La propiedad inmobiliaria del “Patria” podría quedar en manos de un destacado notario público que se ha especializado en la adquisición hostil de predios de gran valor económico, como el del hotel “Mérida” de la calle 60, y de centros escolares en problemas por divisiones internas de la cooperativa o de los socios, como fue el caso del Colegio “Americano”.

¿Qué va a pasar con los terrenos del Patria? Se dice que su superficie vale en el mercado inmobiliario más de 200 millones de pesos. Pero, ¿cuánto vale la formación de niños y jóvenes, que se ha visto lastimada por los problemas internos de esta institución? Ignoro los compromisos económicos de la asociación civil original con la arquidiócesis, en un tiempo que las iglesias estaban impedidas de adquirir propiedades. Pero eso quedó en el pasado, justamente poco después de la formación del Instituto “Patria”. ¿Por qué esperaron tantos años y tanto desgaste para intentar regularizar esta situación?

Celebro que el arzobispo de Yucatán haya hablado claro y fuerte sobre el problema del “Patria”; que no haya cedido ante las voces que le aconsejaban acallar el conflicto con los feligreses más destacados económicamente de la iglesia yucateca. El Papa Francisco está contra la simulación y el silencio cómplice que impide resolver situaciones que laceran la vida de la Iglesia. Esta puede ser una de ellas. Entre la ambición y la codicia, me quedo con el ruego final de la comunicación arzobispal: “oraciones, ayuda y consejo para salvar a ese querido Instituto”. Que sea la salvación del “Patria” el resultado final de esta tormenta.

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