Hacer negocios en Mérida: ¿Qué nos falta?

Dulce María Sauri Riancho
En esta era de globalización económica, los países compiten entre sí por los recursos. Conocer quién tiene mayores posibilidades de ganar y por qué ha dado origen a una cantidad de métodos que intentan precisar las razones de la atracción o del rechazo a invertir en un lugar o en otro, además de responder a una creciente demanda de información confiable por parte de la comunidad internacional de negocios. En este sentido, una de las más importantes y repu- tadas instituciones, el Banco Mundial, publica anualmente Doing Business (“Haciendo negocios”), donde compara las economías de 189 naciones y presenta para algunas de ellas estudios desagregados a nivel de estados y de sus principales ciudades. Es el caso de México, que para 2014 ocupó el lugar 53, antecedido por Chile (34), Perú (42) y Colombia (43) en América Latina. Las economías más competitivas en el mundo fueron Singapur, Hong Kong y Nueva Zelanda, en ese orden; la de Estados Unidos obtuvo un cuarto sitio.

¿Qué es lo que hace más o menos atractiva a una entidad como destino de las inversiones? Una posible respuesta se encuentra en el quinto estudio de la serie subnacional Doing Business en México 2014, que compara las regulaciones comerciales en las treinta y dos entidades, tanto a nivel federal, como estatal y municipal, y la forma como afectan las cuatro etapas del ciclo de vida de una pequeña o mediana empresa, que son la mayoría de los establecimientos. La oportunidad de comparar a Yucatán y a Mérida en cuanto al clima de negocios prevaleciente en el país era seductora. Particularmente me interesó la ubicación de Mérida en esa tabla, sobre todo por la especie de dogma que corre sobre su atracción para los inversionistas, porque aquí no existe el clima de inseguridad y violencia que asuela a otras partes del país. Al comparar los datos, me encontré que nuestra ciudad capital ocupa el sitio 18 en la clasificación de treinta y dos, que encabezan las ciudades de Colima, Aguascalientes y Celaya. De inmediato pensé: “¿Qué tienen ellas que le falte a Mérida?”. Hallé la respuesta en tres de los cuatro indicadores de las facilidades que tienen los empresarios para realizar un negocio. Si bien las acciones para abrirlo y registrarlo son relativamente rápidas (cuarto lugar, encabeza Celaya), Mérida se desploma cuando se analiza el rubro “Manejo de permisos de construcción” (sitio 24), “Registro de propiedades” (lugar 23) y “Cumplimiento de contratos” (sitio 20). El mayor rezago se ubica en los procedimientos para autorizar las edificaciones o adaptaciones que requieren los nuevos establecimientos para su operación. En Mérida el tiempo promedio es de 88 días, en tanto que en Colima (primer lugar), es sólo de 9 y medio días. La cosa no queda allá: en tanto que los emprendedores yucatecos tienen que desahogar catorce procedimientos para ejecutar y obtener su cédula, en Colima solamente son nueve pasos, la mayoría de ellos en línea, es decir, sin acudir a las oficinas públicas y hacer largas colas para lograr ser atendidos. En “Registro de propiedades” nos va igual de mal: Colima sólo requiere de tres pasos que se realizan en dos días promedio, en Mérida se necesitan casi veintisiete días, con diez procedimientos, antes de que el predio o negocio quede inscrito en el Catastro. En la parte de “Cumplimiento de contratos”, los poderes judiciales estatales tienen una gran responsabilidad. En este rubro encabeza la ciudad de Zacatecas que, aunque tiene el mismo número de procedimientos que Mérida (37), los desahoga en 248 días, en vez de los 498 (es decir, más de dieciséis meses) para que concluya un juicio y cause ejecutoria en Yucatán.


Después de revisar estos datos, podemos darnos cuenta de que la seguridad y tranquilidad de la que se precian Mérida y los yucatecos no es suficiente para lograr un clima de negocios favorable para el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas. En la publicación del Banco Mundial salta a la vista la necesidad de que las autoridades y las organizaciones empresariales trabajen con mayor intensidad en la parte relativa a “Permisos de construcción”. No sólo porque lo diga esta influyente institución internacional, sino la realidad cotidiana de los habitantes de esta hermosa capital que, sin ser inversionistas o emprendedores, sufren la incertidumbre de regulaciones inadecuadas, indefinidas o confusas que generan inseguridad para quienes realizan la inversión de su vida en la adquisición de una vivienda para su familia. Desgraciadamente los casos menudean: gasolineras implantadas en zonas residenciales; discotecas y bares construidos subrepticiamente hasta que emergen con un ruidoso debut que priva a los vecinos del merecido descanso; pretensiones de instalar un velatorio en el corazón de Itzimná, en una callecita adaptada sólo al tránsito de los residentes. Estos y otros muchos ejemplos ilustran lo mucho que hay que trabajar en materia de planeación urbana, para que quienes pretenden realizar inversiones cuenten con la certidumbre de que podrán construir sin contratiempos ni interposición de amparos, y para los residentes y vecinos que demandan garantías de que su inversión en su casa no será devaluada por la edificación de un taller mecánico o de un antro. Como en otros asuntos de interés público, no se trata de desregular per se, sino de realizar una eficaz aplicación de los ordenamientos que garantice los intereses ciudadanos. ¿Será mucho pedir?- Mérida, Yucatán.

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