¿Calidad o duración?

Dulce María Sauri Riancho
La semana pasada argumenté que la proverbial costumbre de la Temporada había sido impactada por los cambios en la dinámica de las familias que año tras año se trasladaban durante dos meses a pasar los calores en la costa de Yucatán. También revisamos que los puertos tienen un flujo turístico constante, que no se limita exclusivamente a julio y agosto. Sin embargo, el Consejo Coordinador Empresarial, en su comunicado sobre las vacaciones de verano, también hace alusión a la necesidad de incrementar la duración de la jornada escolar, a cambio de aumentar los días de receso lo que, según plantean, favorecería la prosperidad de los negocios porteños.

De acuerdo con el reciente Censo de Escuelas, Maestros y Alumnos de Educación Básica y Especial (Cemabe) realizado por el Inegi, uno de cada cinco habitantes de Yucatán son estudiantes de preescolar, primaria o secundaria. En este ciclo 2013-2014, más de 435,000 niñas y niños asisten a las escuelas. Predomina con claridad la enseñanza pública, pues nueve de cada 10 niños están matriculados en lo que se conoce como “escuelas del gobierno”, en tanto que sólo uno lo está en colegios particulares. Éste es un primer dato digno de tomar en consideración. El calendario de este año marca 208 días de clase, es decir, un aumento de ocho en relación con el ciclo anterior, aunque se destinan a los consejos técnicos escolares, por lo que el último viernes de mes no hay clases. Hace más de 50 años, cuando asistí a la escuela, concurríamos mañana y tarde. Ahora, el horario establecido es de cuatro horas y media, tanto para el turno matutino como para el vespertino, lo cual significa que los niños yucatecos reciben clases durante 900 horas en promedio.

En el caso de algunos planteles particulares, la jornada escolar es más prolongada, de seis horas o más, lo que significa que a lo largo de los años se va abriendo una brecha entre el sistema público y el privado, a favor de este último. Las actividades escolares deberán concluir el 15 de julio, para volver de nuevo el 19 de agosto. ¿Son suficientes las horas de clase o sería necesario aumentar su duración?

Cualquier madre trabajadora sabe lo que representan los días de asueto escolar cuando ella tiene que acudir a la oficina o a la fábrica y no tiene con quién encomendar a sus hijos. El efecto de la propuesta del Consejo Coordinador sería de alto impacto sobre este numeroso grupo de mujeres.

Se aduce que en otras partes del mundo las vacaciones escolares son mucho más largas que en México. Es parcialmente cierto, si lo vemos en número de días. Pero si revisamos cuidadosamente la duración de la jornada escolar, encontraremos que en Estados Unidos, por ejemplo, es de alrededor de siete horas y media, por lo que si bien tienen menos días, disponen de más tiempo para las actividades escolares. ¿Qué hacen entonces en aquellos países que sobresalen a nivel mundial por la calidad de sus estudiantes? Revisemos los casos de los tres primeros lugares, de acuerdo con las pruebas internacionales: Shangai (China), Corea del Sur y Finlandia. Los dos primeros tienen un modelo educativo que estimula la competencia individual, que descansa sobre largas jornadas en las escuelas a las que suceden clases particulares en las tardes o noches (para tener una idea, las autoridades han prohibido que esos centros funcionen antes de las cinco de la mañana o después de las 11 de la noche). Diversos estudios internacionales cuestionan la felicidad de los niños en estos sitios, sometidos a una enorme presión para aprobar en los exámenes que determinarán su vida futura, en función de las universidades a las que tengan acceso de acuerdo con su promedio. Por el contrario, el sistema de Finlandia sostiene la motivación personal, diseñada y aplicada por maestros altamente especializados, bien pagados y socialmente reconocidos. Sin embargo, vale decir que este país nórdico tiene cinco millones y medio de habitantes, que equivale a la población de la ciudad de Guadalajara.


Ni en México ni en Yucatán ha acabado de definirse el modelo educativo más adecuado a nuestras condiciones y necesidades. No somos Shangai, pero tampoco somos Finlandia. Sin duda, es necesario incrementar la duración de la jornada escolar, pero sobre todo mejorar su calidad. La decisión sobre las vacaciones de verano está en función de esta búsqueda del mejor camino para tener una educación a la altura de las expectativas de los padres y la demanda de competir en una economía global. Pero sobre todo, que se proponga crear un ambiente de bienestar para los niños, en la escuela y fuera de ella. Abonaría mucho recuperar el sentido original del Baxal Paal, los campamentos de verano que organizaba el gobierno estatal, destinados a la recreación de aquellos que no pueden irse a la temporada, ni de dos meses ni de quince días. Quizá el CCE quiera colaborar. Atendería a los niños y también la productividad de los negocios de sus asociados, pues no habría padres con la zozobra de dejar a sus hijos en casa porque “están de vacaciones”.- Mérida, Yucatán.

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