Segunda llamada... Protección Civil y “La Nao”

Dulce María Sauri Riancho
Dice un socorrido refrán popular: “… Muerto el niño, a tapar el pozo…”, como una cruel manera de referirse al vano intento de remediar las consecuencias de una desgracia sólo una vez que ésta ha tenido lugar. Pero de los eventos dañinos podemos sacar lecciones para prevenirlos en el futuro y, sobre todo, para prestar atención al entorno que nos rodea, con la finalidad de detectar riesgos, de tal manera que no tengamos más tarde que lamentar la imprevisión.
En este sentido, mucho podemos aprender de dos lamentables sucesos de la semana pasada: uno, la explosión de gas del restaurante “La Nao de China” y, dos, de los accidentes sufridos por modestos trabajadores en las alturas de elevados edificios en construcción que pronto formarán parte del nuevo paisaje urbano de Mérida.
En Yucatán tendemos a asociar la palabra “desastre” con los ciclones, amenaza que forma parte de la conciencia peninsular desde épocas remotas. En el pasado reciente, “Gilberto” (1988) e “Isidoro” (2002) pusieron a prueba la capacidad de reacción de la sociedad yucateca ante su gran fuerza destructora. Desde el 1 de junio se inició en el Atlántico la temporada de huracanes 2013. Los pronósticos no son buenos, basados en la probabilidad creciente de que un fenómeno meteorológico de gran magnitud impacte al estado, pues ya habrán pasado 11 años desde “Isidoro”, aunque entre éste y el terrible “Gilberto” mediaron 14 años.
La denominada “protección civil” parte de la premisa de que no es posible evitar el impacto de determinados fenómenos naturales, como los huracanes o los terremotos, pero que sí es posible amortiguar sus consecuencias mediante una eficaz organización.
La Unidad de Protección Civil del gobierno de Yucatán contempla medidas básicamente contra los huracanes y, en mucha menor proporción, contra los incendios forestales ocasionados por las quemas para preparar el terreno y sembrar la milpa.
Por esa razón sus prevenciones están vinculadas a la actividad pesquera y a la elaboración de los calendarios de quemas agrícolas (aunque el incluido en el portal web de la dependencia tiene un desfase de ¡un año!). Poco, por no decir nada, se contempla en los protocolos de protección civil yucateca de otro tipo de riesgos que pueden ocasionar desastres con saldos dolorosos de pérdidas de vidas. Hagamos un ejercicio rápido para observar lo que nos rodea, pero que al ser parte del paisaje urbano muchas veces dejamos de percibir su importancia como factor de riesgo.
Por ejemplo, el uso del gas LP para la preparación de alimentos, tanto en restaurantes como en los carritos de hot-dogs o de las deliciosas “marquesitas”. ¿Quién vigila que las instalaciones de gas, tanto de los tanques estacionarios con cientos de litros de los restaurantes como de los cilindros de las fondas y loncherías, no estén deteriorados, oxidados o golpeados? ¿Y los recipientes de gas de los carritos? ¿Hay alguna supervisión sobre la introducción de estos puestos ambulantes en los locales de fiestas infantiles, muchos de ellos con techos de material inflamable? Y los tenderetes que domingo a domingo sitian la Plaza Grande, ¿cumplen las normas de seguridad?
Si nos vamos a las carreteras, por estas vías circulan camiones con material peligroso, sean gasolinas o combustible para aviones destinado al aeropuerto de Cancún, gas LP o dinamita para la construcción. Acaba de registrarse un accidente más, con saldo fatal en la carretera libre a Cancún, justamente entre un tráiler doble remolque y un modesto vehículo cuyo conductor perdió la vida. Se supone que por reglamento los transportes doble-remolque y los camiones que transportan material peligroso sólo pueden circular por la autopista de paga. ¡Vaya usted a saber cómo consiguen entonces transitar en vía prohibida!
Otro riesgo potencial con el que nos hemos acostumbrado a convivir es el que proviene del poliducto que transporta gasolinas (magna y Premium) y diesel desde la terminal del puerto de Progreso a la estación de Flamboyanes y de ahí, por rebombeo, hasta la ciudad industrial al sur de Mérida, desde donde se distribuye con pipas a las distintas poblaciones de la entidad. ¿Qué sabemos del estado que guardan esos tubos enterrados en las entrañas salitrosas de la ciénaga y los pantanos, después de cruzar el centro de Progreso? ¿Y de la parte que corta a la ciudad de Mérida de norte a sur?
Esta red tiene más de 20 años de operación, sometida al desgaste y a la corrosión de los distintos elementos.
En otras partes del país -como en Tabasco y Veracruz-, los accidentes relacionados con las redes de ductos de combustible de Pemex se han multiplicado, porque los tubos son viejos y han sobrepasado con creces la vida útil para ese tipo de instalaciones.
La explosión de “La Nao de China” fue una seria llamada para prestar atención a los riesgos potenciales con los que convivimos cotidianamente. Y los accidentes en las elevadas torres que se están edificando en distintos puntos de la ciudad nos demandan exigir seguridad real para aquellos trabajadores que estaban acostumbrados a laborar a escasos metros del suelo y ahora lo hacen en las alturas.
El verdadero desafío de la protección civil está en detectar los riesgos y minimizarlos mediante la adecuada supervisión y una eficaz organización comunitaria. Es indispensable contar con un mapa de riesgos en el estado, tal como mandata la Ley de Protección Civil del estado, promulgada desde 1999. ¡¡¡Segunda llamada!!! No debe llegar la tercera.- Mérida, Yucatán.

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