Mérida se renta, se vende.


Paseo de Montejo y Centro Histórico
Dulce María Sauri Riancho

Después de varias sesiones de llevarles, amigos lectores, por los rumbos de la política nacional, regresemos a casa.

Uno, dos, tres, cuatro… al llegar a 12 la tristeza me ganó. Son decenas los locales que lucen letreros de “Se Renta”, “En Venta”, en ambas aceras del Paseo de Montejo. Y la cuenta puede continuar en todas y cada una de las arterias del Centro Histórico. Lo que antaño fuera zona residencial privilegiada, hace años dejó de serlo para dar paso a un bullicioso y variado mundo comercial y de negocios. Ahora también los comercios y las oficinas se han mudado o han optado por cerrar. Hay calles de nuestra ciudad que transmiten un mensaje de desesperanza por el deterioro en que se encuentran sus construcciones. Hay rumbos del Centro Histórico que, apenas oscurece, se vuelven lúgubres, al grado de despertar temor para transitar, sobre todo para las mujeres. Lo cierto es que la Mérida tradicional empieza a lucir abandonada y demanda a gritos una transfusión de vida y de creatividad.

Es cierto; el desarrollo de la propiedad inmobiliaria es actividad privada. Lo que se haga con las propiedades urbanas, el monto de las rentas, las operaciones de compraventa, todos estos aspectos cruciales de la economía y del propio desarrollo urbanístico se encuentran en el ámbito de “lo privado”. Pero cuando la dinámica del libre intercambio desaparece y las actividades inmobiliarias se colapsan al grado de poner en riesgo la sana convivencia, entonces se hace necesaria la intervención de los poderes públicos, la realización de diagnósticos certeros sobre la causa o posibles razones y, como consecuencia, la implementación de políticas públicas diseñadas de manera específica para revertir el deterioro. Aunque obvio, es necesario destacar que el diseño y la adecuada implementación de las políticas y de las acciones de gobierno -en cualquiera que sea el campo de interés- implica la participación directa y comprometida de todos los grupos sociales involucrados.

Desde hace varios años se ha venido promoviendo y aplicando una serie de programas dirigidos a reactivar al Centro Histórico meridano. La mayoría de estas propuestas provenía originalmente del sector privado, de organizaciones empresariales y fundaciones. Con el paso de los años, tanto las autoridades municipales como las estatales y las federales hicieron suyas algunas de estas propuestas, lo que permitió escalar objetivos y alcances. El esfuerzo más reciente y ambicioso consistió en aplicar un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo en la restauración de calles, parques y banquetas y en la intervención de cientos de fachadas de construcciones privadas localizadas en el Centro Histórico. Aunque los trabajos no se concluyeron y aún los terminados y entregados muestran deficiencias, no pueden negarse los beneficios que un programa tan amplio representa para nuestra ciudad.

Otra cosa han dejado en claro los trabajos de restauración de nuestro Centro Histórico: la rehabilitación de la Mérida tradicional supone y demanda mucho más, que el mejoramiento de la infraestructura entendida como darle una “manita de gato” a las fachadas de casas y construcciones que, en muchísimos casos, permanecen desocupadas y con sus interiores en estado ruinoso. No se considera ni se sugiere la suspensión de los programas en marcha. Tampoco se propone disminuir el ritmo o cambiar el destino de los presupuestos de obra pública. Pero es urgente diseñar y aplicar programas complementarios, conformar una estrategia integral, dirigida específicamente para reactivar la ocupación y lograr la dinamización del centro y de los barrios tradicionales de nuestra ciudad.

Reactivar la ocupación habitacional del llamado “primer cuadro” significa combinar tal vez la ocupación de casas por familias locales y extranjeras, con instalaciones dedicadas al turismo. Se debieran brindar facilidades para el desarrollo de pequeños hoteles pero, también, de casas para estudiantes y, ¿por qué no? de casas para el cuidado de adultos mayores. Las vetustas casonas del centro pueden recibir a las instalaciones de universidades, la reubicación de bancos y oficinas corporativas. Lo anterior supone la implementación de un sistema eficaz de transporte público (el uso intensivo de la bicicleta, tal vez) y un diseño audaz de la vialidad en la zona. La construcción de estacionamientos públicos es indispensable; la disponibilidad de banquetas más amplias y seguras (sin las trampas y los desniveles de las actuales); zonas peatonales y cruceros seguros para los viandantes. En síntesis, se requiere recuperar a plenitud los espacios públicos, devolver a las personas, a las familias, a los vecinos, la tranquilidad y las comodidades que fueron usurpadas por los vehículos y por el desorden en las actividades comerciales.

Para fortuna nuestra y de nuestra ciudad, no hay que “inventar el hilo negro”. Hay muchas y muy variadas experiencias exitosas aplicadas en ciudades de todo el mundo. De todas ellas podemos aprender; de algunas podemos replicar programas; de otras, adaptar iniciativas a las condiciones locales y a nuestra forma de ser. Lo que hagamos por nuestra ciudad será en beneficio de todos sus pobladores. Pero hay que actuar ahora, no dejar pasar más el tiempo. Por nuestra desidia y falta de compromiso pasados nos alcanzó el presente. Que no perdamos el futuro.- Mérida, Yucatán.

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