¿Un problema para Yucatán?, los universitarios

Dulce María Sauri Riancho

Lo que no hemos hecho (lo que está por hacer... retos que vencer)

Pocas cuestiones generan acuerdos tan amplios en la sociedad como la importancia de la educación. En el pasado era suficiente con saber leer y escribir para abrirse camino en la vida; ahora un título universitario no basta para encontrar empleo.

La competencia por un trabajo digno, con salario adecuado, no se realiza sólo entre los jóvenes yucatecos, sino que abarca territorios cada vez más amplios y lejanos, como India, China o Bulgaria.

El desarrollo de la información y comunicación permite, por ejemplo, que la contabilidad de una empresa yucateca la lleven a cabo profesionales residentes en Argentina. En consecuencia, la calidad de la educación y sobre todo la actitud hacia el aprendizaje continuo se vuelven elementos esenciales para garantizar el crecimiento económico y las oportunidades laborales para los miles de jóvenes que cada año se incorporan al mercado de trabajo.

Numerosos programas gubernamentales se han aplicado para lograr una educación de calidad. Sin embargo, los resultados de pruebas internacionales y nacionales muestran graves deficiencias en la preparación de los niños y jóvenes en matemáticas, español y ciencias naturales. En la escala de excelencia educativa, México aparece en los últimos lugares entre los países pertenecientes a la OCDE. En las tablas nacionales, Yucatán figura de la mitad para abajo en la mayoría de los indicadores.

Los cambios en la educación son de largo plazo. Requieren políticas públicas sostenidas al paso de los años y de los relevos gubernamentales. Eso lo sabemos. Pero también necesitan imaginación y audacia para acometerlos.

En Yucatán existen 96 instituciones de enseñanza superior, en Mérida y en varios municipios del interior del estado. De los más de 55 mil alumnos inscritos en ellas, más de la mitad corresponde a instituciones públicas donde la educación es gratuita. Los demás asisten a universidades y escuelas particulares, donde pagan una colegiatura, además de los gastos en libros, manutención y transporte.

En este grupo de escuelas privadas podría iniciarse un proyecto de formación y actualización de los docentes. Si bien en las universidades públicas y en las mayores escuelas privadas es exigencia contar con título de maestría, como mínimo, para impartir una cátedra, eso no sucede en la mayoría de los planteles particulares.

Con un sistema de becas e incentivos destinados a los docentes de los centros de enseñanza superior se pudiera asegurar que todos los profesores contasen con el grado de maestría, por lo menos. Para cumplir esta meta se deben aprovechar los programas de posgrado que ya existen y que funcionan con tantas insuficiencias en las instituciones públicas y privadas. Con cupo asegurado y recursos suficientes, los distintos programas de posgrado debieran tener el certificado de excelencia del Conacyt. Así se daría un importante paso para elevar el nivel educativo de la enseñanza superior en la entidad.

El sistema de becas para estudiantes debiera utilizarse para estimular el estudio de carreras relacionadas con la tecnología y el desarrollo científico, que en la actualidad representan menos del 30% de la población universitaria yucateca. La UADY, que debiera ser la máquina que jalara al tren universitario en Yucatán, sólo ofrece tres doctorados. En un plazo no mayor a los 10 años debiéramos hacer de la UADY la "universidad de las universidades", con programas de doctorado en las diversas ramas y centros de investigación científica de primerísimo nivel.

Estas propuestas son apenas ideas sueltas, una muestra de lo poco que se hace y de lo mucho que se puede y se debe hacer en materia de educación, empleo, competitividad y, sobre todo, de atención a nuestros jóvenes. Quienes egresan de las universidades y no encuentran empleo en su especialidad son un problema y una debilidad para la sociedad. A este numeroso grupo -alrededor de 12,000 al año- debiéramos convertirlo en en puntal del desarrollo de Yucatán.

De que se puede, se puede. Son muchos los países y las regiones en el mundo que lo han logrado. Pero para poder hacerlo hace falta visión, decisión colectiva y persistencia. Y las políticas públicas que hoy todavía no se tienen.- Mérida, Yucatán.

Entradas populares de este blog

2010: entre augurios y premoniciones

Yucatán: fortalezas, debilidades, amenazas, oportunidades

Vieja virtud: "Veo, oigo y ¿callo?