A cambiar para mejorar

Único camino
Columna publicada el día de hoy en el Diario de Yucatán, Dulce María.

En estos días la Cámara de Diputados y el Congreso de Yucatán tomarán importantes decisiones sobre el gasto: cuánto y en qué gastar, cuáles son las prioridades y lo que se llama “los irreductibles del presupuesto”, que no son otra cosa que los programas intocables porque representan los sueldos y salarios de maestros, médicos y enfermeras, burócratas y policías, así como los subsidios y apoyos que se canalizan a través de Procampo y Oportunidades.

Un monto considerable de recursos es aplicado para desarrollar las llamadas “capacidades humanas”, es decir educación, salud, capacitación para el trabajo, entre otras. Pero simultáneamente se reducen, año tras año, las asignaciones para obras materiales y, dentro de éstas, las dedicadas a la infraestructura.

¿Qué es la infraestructura? Son las obras de agua potable y drenaje, carreteras, avenidas, puentes o túneles, redes de electricidad, parques y espacios arbolados, entre muchas otras. Si no existen o son deficientes, el desarrollo económico y la calidad de vida se deterioran. No son fáciles de hacer, tampoco gestionar los recursos para su realización. Lleva tiempo concebirlas y realizarlas, pero son indispensables para el desarrollo.

Recuerdo la introducción del agua potable en Mérida. A mediados de los años 60 se emprendió la magna obra que significó prácticamente excavar todas las calles de la ciudad, introducir tubería y hacer las conexiones en cada una de las casas. Durante muchos meses nuestra ciudad se vio como un campo devastado por las bombas que se escuchaban detonar por todas partes. Fue difícil. Era indispensable por la salud y se hizo.

Quedó pendiente el drenaje. La experiencia de la Colonia Alemán no pudo ser extendida a toda la ciudad. La limitación del desarrollo tecnológico de entonces representaba problemas para dotar a Mérida de un sistema de drenaje convencional, además de un sistema eficiente de desahogo del agua de la lluvia. A las dificultades técnicas se sumaron la falta de voluntad política y la escasez de recursos económicos.

Ahora existen soluciones técnicas que hacen factible dotar de drenaje a la Mérida tradicional, a sus colonias populares y residenciales. Pero siguen faltando los recursos económicos cuantiosos y, sobre todo, la voluntad política para acometer una obra indispensable para cualquier ciudad.

¿Y qué decir de las avenidas de sur a norte de nuestra ciudad capital? Mucho se habló a principios de los años 70 de la prolongación hacia el sur del Paseo de Montejo, de su importancia para la integración de la ciudad no sólo desde el punto de vista urbanístico, sino también social. El Remate de Montejo es testigo mudo del primer y único paso que se dio en ese sentido. La Avenida 128 se quedó en intento incompleto de hacer el “par vial” de la Itzáes y paremos de contar.

Otras ciudades del mundo con un número de habitantes equivalente al de Mérida o incluso mucho menor han construido su sistema de transporte subterráneo —Metro—, pasos elevados o túneles que ayuden a distribuir mejor el tránsito vehicular. El centro de esas ciudades se ha vuelto peatonal en su mayor parte, por lo que sus habitantes pueden disfrutarlo a plenitud. Se han creado grandes estacionamientos bajo sus plazas. Pero sobre todo se cuenta con un sistema de transporte público eficiente, confortable, económico, para desalentar el uso de los vehículos particulares.

El tránsito fluido por las calles de Mérida, a ciertas horas, es cosa del pasado. ¿Cómo podría ser de otra manera si en menos de 10 años casi se ha duplicado el número de vehículos que circulan en la ciudad y las avenidas son prácticamente las mismas? Desde luego que esta situación afecta la calidad de vida de todos los meridanos, de los que conducen un coche y de los que se trasladan en camión, que tardan cada vez más en hacer el mismo trayecto.

A todos nos enorgullece que Mérida se distinga por sus avances, como la digitalización de sus espacios públicos. Disfrutamos la paz y la tranquilidad que caracteriza a nuestra ciudad. Pero todos somos responsables de mantener y mejorar esa calidad de vida que aún tenemos, a pesar de las deficiencias y rezagos. Las autoridades, de establecer la coordinación entre los niveles de gobierno —federal, estatal, municipal— para acometer los grandes proyectos que necesita Mérida. Y de nosotros los ciudadanos, de organizarnos para demandarlos y acompañar en su realización. Cambiar para mejorar. No hay otro camino.— Mérida, Yucatán.

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